Gran Suite

Cuando me lamió el dedo, mi mente me jugó la mala pasada de surgir con una imaginación prodigiosa, y cambió mi dedo por otra parte, así que sacudí la cabeza para tranquilizarme, pero entonces ella me tiró hacia atrás y se sentó encima mío.

¿Que qué me gustaba? Buena pregunta.
En un segundo, mi mente repasó todo lo que me gustaría hacer en ese preciso instante, pero solo se me ocurrió una manera de resumirlo.

La miré a los ojos con toda mi seguridad y le dije una sola cosa:

-Hazme tuyo.

Simple y directo, realmente estaba pidiendo a gritos ser dominado por la diablesa. Como ya había quedado más que claro, las súcubos siempre habían sido mi talón de Aquiles, y así seguía siendo.

No pudo haber una respuesta más perfecta para Aydana que aquella. Adoraba que los hombres cayesen rendidos ante ella, y éste en concreto cumplía con sus expectativas para hacer una noche perfecta. Cuando se miraron pudo sentir un deseo por su cuerpo mayor que nunca.
Pero ella no quería ser la que actuase solamente y dejarlo todo hecho, por lo que de momento dejó caer su cintura sobre la suya. Con las piernas abiertas como las tenía no era muy difícil que sus genitales se encontrasen, por lo que movió las caderas para frotarse contra él y sus fluidos humedecieron a ambos.
Estaba excitada y feliz aquella noche, su respiración se hizo más superficial mientras le proporcionaba una especie de ronroneo. Su cola se agitaba como una serpiente mientras le besaba y le mordía por el cuello, los hombros...Pasó la punta de su lengua rozando levemente su piel, dejando una pequeña marca de saliva desde el cuello hasta la comisura de la boca, convocándolo.

Pude ver en ella el deseo de cumplir lo que le imploraba, y cuando comenzó a frotar sus genitales contra los míos, pude por primera vez notar el fuerte ardor que provocaban sus fluídos, llenos de vehemencia y pasión.
La miré con una expresión de sorpresa mezclada con el placer que provocó un profundo suspiro en mí, mientras la abrazaba instintivamente, hasta que comenzó a lamer y besar mi cuerpo, alternando mordiscos que me provocaban una puntada de gozo cada vez que los notaba, haciendo que mi cuerpo tuviera reacciones tales como la piel erizada que se presentó inmediatamente después del primero.

Era tal el deseo que sentía por ella que arañé su espalda desde debajo de la junta de sus alas hasta llegar a sus nalgas, que se movían para seguir friccionando sus bajos contra los míos y lanzándome oleadas y oleadas de cálido y adictivo placer, y las tomé con fuerza para hacer que el movimiento fuera más intenso. Irremediablemente, ya estaba perdido. Necesitaba más de ella.

Aquel arañazo en su espalda realizado por las uñas de Lycaon le produjo más dolor que la vez anterior, pero a la vez estaba contrarrestado por una mayor sensación de placer, y tuvo que soltar un gemido intenso pero ahogado por sus dientes, que se apretaron con fuerza.

Se sorprendió cuando aquellas manos sujetaron con fuerza sus nalgas para que la fricción fuera mayor. Movió las caderas a su favor, acelerando el ritmo. Podía sentir su miembro duro y caliente contra su clítoris y eso le aceleraba la respiración y la calentaba cada vez más. Estiró los brazos con las manos apoyadas sobre su pecho y se alzó para mirarle a los ojos intensamente mientras jadeaba. Sus ojos eran rubíes llameantes de pasión, pidiéndole más, que no se reprimiese, porque la joven demonio estaba deseando exactamente lo mismo de él.

Ambos queríamos más del otro, y ambos sabíamos que lo conseguiríamos.
Aquél momento de relax se había convertido poco a poco y casi sin darme cuenta en una lucha fogosa para ver quién daba más placer a quién, y me encantaba que el encuentro fuera tan reñido.

Al agarrar sus nalgas tras arañar su espalda, vi perfectamente cómo tanto el rostro de la diablesa como la reacción de su cuerpo me pedían más, al igual que hacía yo con todos sus movimientos.
Entonces paré, la miré de nuevo y tomé su cara para besarle los labios con toda la pasión que guardaba en mi interior.

Respiré profundamente, ya no podía aguantar más. La necesitaba entera, y la necesitaba YA, así que me levanté lo suficiente para retirar del todo la toalla que aún me cubría media pierna derecha y la lancé a Dios sabe donde. Entonces tomé mi miembro y lo encaré hacia su vagina, tocándola con la punta. Poco a poco, tomé a la súcubo por la cintura y la fui bajando hasta que quedé totalmente dentro de ella, sintiendo una nueva sensación de placer que pronto se hizo con el control de todo mi cuerpo.

Cuando vio por el rabillo del ojo una cosa blanca que echaba a volar, se acordó de pronto de la pequeña toalla que llevaba puesta el chico cuando se sentó en la cama.
Aquel cuerpo húmedo se puso en tensión y la sostuvo por la cintura, cuando ella empezó a sentir como su interior se llenaba de él contuvo la respiración y cuando lo tuvo entero, soltó todo su aire en un sonoro gemido y arqueó la espalda de puro placer. Para volver a tomar el aliento respiró entrecortadamente y le miró a los ojos:

-Wow. Lycaon, eres todo un hombretón.

Fue todo que pudo articular después, aunque sonase estúpido a sus oídos. El tamaño de su miembro no la decepcionó para nada y su interior se contrajo para que la pudiese sentir entera.
Luego tuvo que apoyarse un poco más sobre su pecho, y con sus piernas flexionadas comenzó a mover su cadera hacía arriba y hacia abajo, una y otra vez, gimiendo de placer cada vez que acogía su miembro por entero.

El placer me estaba volviendo loco, y cuando ella se inclinó hacia mí para tomar una mejor posición, con cada uno de los espasmos de su cuerpo, con cada uno de sus gemidos, con cada uno de sus botes sobre mí, yo iba perdiendo cada vez más la razón.
Mentiría si dijera que yo no gemía, aunque en un tono bastante más grave que el de Aydana, y esque sus movimientos, combinados con la suavidad y la humedad de sus genitales me estaban dando un placer hasta la fecha desconocido por mí.

-No podía hacer otra cosa. -logré decir entre jadeos y gemidos- Deseaba tu cuerpo demasiado como para esperar más.

Sus pechos se balanceaban en conjunto con su cuerpo blanquecino, y la belleza de sus curvas, de las cuales comenzaban a caer unas minúsculas gotas que ya no sabría decir si eran de agua de la bañera o de sudor, no era comparable con nada en el mundo. Atrapado en una cárcel de belleza y placer, no me quedó más remedio que dejarme llevar completamente y disfrutar al máximo.

Los gemidos roncos de Lycaon le chiflaban, porque si un chico hacía algo así signicaba que su placer era auténtico y muy, muy intenso. Le sonrió mientras balanceaba de cuerpo sobre él a modo de respuesta y luego se recostó sobre su pecho, frotando su pechos contra él. Lo besó en la boca moviendo su lengua en torno a la suya mientras iba ralentizando su movimiento con la cadera hasta detenerse. A continuación le mordió el labio inferior tirando de él.
En esa posición ligeramente distinta, volvió a balancear su cadera, esta vez con mayor velocidad y fuerza, chocando contra su pelvis. Podía sentir perfectamente cada centímetro de él que recorría su interior, estimulándola mejor.

-Yo también...yo también...

No conseguía terminar la frase entre oleada y oleada de placer. Le abrazó por los hombros mientras se movía.

Su lengua se sentía genial, y desde luego sabía cómo moverse, porque cuando paró y me habló, sentí cómo mi cuerpo pedía a gritos más, desesperado como si del néctar de la vida se tratase, y entonces comenzó a moverse con una fuerza mayor, cogiéndome desprevenido y obligándome a arquear la espalda con un gemido que juraría que se oyó algo más alto que los anteriores.

-Ay..dana -articulé entre jadeos y gemidos de placer en estado puro-no.. ¡no pares!

Sabía que no iba a hacerlo, su cara y su cuerpo me lo decían, pero es lo único que pude decir antes de que me invadiera otro tremendo aluvión de placer.

La tomé por la cintura con ambas manos y apreté hacia mí, acentuando su movimiento para entrar en ella todo lo posible cada vez que se moviera.

El placer se volvió tan inmenso que dejé de ver claro dónde se encontraba mi límite, ya que dudaba que ni siquiera el orgasmo fuera a ser capaz de provocarme mayor gozo que el que sentía en aquél momento.

Aquel cambio de ritmo volvió loco al joven que la tomaba, y procuró cumplir con su deseo y no detenerse para nada. Pero cuando agarró su cintura su miembro entró todo lo físicamente posible en su interior. Aydana sentía que se iba a romper de la forma más placentera, y aquello la hizo arquear su espalda para arrancarla un grito de placer.

Como Lycaon continuó moviéndose, la demonio se puso a gemir más intensamente que antes, enterrando la cara en su cuello y mordiéndolo para intentar, sin mucho éxito, ahogar los sonidos producidos por su garganta, mientras ella intentaba agarrarse a la cama con fuerza, arrugando las blancas sábanas.

Si había algún lugar en el que se pudiera estar mejor que bajo aquella diablesa que me hacía preso del placer y la pasión, desde luego lo desconocía.
Y no tenía la más mínima intención de conocerlo, pues para mí en aquél momento había alcanzado el máximo en lujuria que creía ser capaz de conseguir.

O quizá sí...

Cuando la diablesa me mordió, sentí que era mi momento de dominarla por completo, de tener a la poderosa súcubo bajo mi mando.

Así pues, aprovechando el considerable tamaño de la cama, empujé a la diablesa hacia un lado y rodé sobre ella, dejándola tumbada boca arriba. Entonces me separé unos centímetros y la miré, contemplando cómo su pecho se movía por la respiración agitada y las gotas de sudor le bailaban sobre la nívea piel, al igual que lo hacían en la mía.

-Ya va siendo hora de que tú seas la que se deje llevar -dije con toda la malicia que pude.

Entonces coloqué tres de mis dedos en la entrada de su vagina, la cual noté terriblemente mojada, y los inserté poco a poco, disfrutando de cada gesto facial de Aydana.
Una vez estuvieron dentro, apreté levemente hacia arriba, y entonces comencé a mover mi mano cada vez más rápido, mientras estimulaba su clítoris con el pulgar.

Concentrada como estaba en su trabajo, Lycaon la pilló por sorpresa cuando cambió las tornas respecto a aquella situación. En el instante siguiente ella era la que se encontraba atrapada por el cuerpo del biohumano, marcado por la tensión de sus músculos trabajando a toda máquina y perlado de sudor.

Estaba mirando el rubor de sus mejillas ardientes, sus pectorales, su sexo erecto y húmedo...cuando dijo algo le miró de nuevo a la cara y no le dio tiempo a darse cuenta de que éste ahora jugaba con su sexo empleando sus dedos (que entraron con gran facilidad), de tal forma de su cuerpo entero necesitaba producir pequeñas convulsiones al recibir tan placentera estimulación.

Acto seguido su vagina se empapó por completo, y ella no podía dejar de gemir, así que se llevó la mano a la boca para procurar no ser tan escandalosa, mientras le miraba a los ojos intentando descubrir qué estaría pensando en aquel momento.

"Este chico sabe lo que hace" Pensó ella.

Aunque me lo hubieran contado, jamás habría creído que vería a aquella súcubo que en un principio se me presentó como un ser tan altivo y dominante rendida ante mi voluntad con una sola mano.
No podía evitar excitarme cada vez más al verla gemir e intentar ahogar sus gritos en vano tapándose la boca, así que le quité la mano con la que se tapaba para oírla un poco más, ya que sus muestras de placer me estaban volviendo completamente loco.

-Hay otra forma de evitar gritar -dije con tono sugerente y deteniendo la mano cuyos dedos se encontraban dentro de su vagina empapada.

Entonces la miré detenidamente durante unos segundos, cautivo de sus ojos de fuego brillante y su cara anegada en sudor que se deslizaba con celeridad por cada centímetro de su tez.
Ella jadeaba y por un momento me pareció que podía hacer con ella lo que quisiera, aunque en realidad sabía perfectamente que si ella quisiera, me tendría totalmente rendido a su voluntad, y la idea me encantaba.

Acto seguido, la besé apasionadamente y saqué los dedos de su vagina, tomando ahora mayor importancia la estimulación de su clítoris, el cual masajeaba con los dedos haciendo círculos, mientras con la boca alternaba besos, mordiscos y enredos entre lenguas.

Cuando el joven se detuvo y la miró a los ojos, Lycaon le pareció el humano más atractivo que había tenido en una apasionada noche hasta el momento. Dejço de gemir, pero su pecho se seguía moviendo arriba y abajo para recuperar la falta de aire. Su boca empezó a salivar con la simple idea de un beso suyo para calmarla y cerró los ojos cuando sus labios entraron en contacto. Le rodeó con un fuerte abrazo, y mientras estaba disfrutando de la suavidad de su boca cuando sintió sus dedos en torno a su clítoris, los cuales la hicieron cerrar las piernas y arquear la espalda inconscientemente debido a la sensibilidad de la zona.

-Si sigues haciendo eso..puede que... -logró decir entre gemidos.

Entonces, no sin gran esfuerzo, llevó ella su mano hasta el sexo de Lycaon e intentó estimularlo con la misma intensidad que sentía ella.

Aún cuando el placer se hacía presente en las reacciones físicas de Aydana con cada leve giro que daba en mis dedos contra su clítoris, consiguió sacar fuerzas para reaccionar y urdir un contraataque en el que caí completamente, pues antes de darme cuenta ya estaba su mano situada en mi miembro, moviéndose rítmicamente y dándole a mi cuerpo una nueva razón para rendirse al placer y dejarse llevar. Pero mi mente no pensaba lo mismo, porque había oído a la súcubo musitar algo sobre si seguía, y me entró curiosidad por saber a qué se refería

-Si sigo así, ¿qué? -dije con malicia.

Aunque hacía un esfuerzo titánico por no gritar implorándole que me hiciera suyo, logré concentrarme en mover mis dedos en círculos más veloces y presionando más también, a la vez que le di en el cuello un mordisco con toda la pasión que ardía en mi interior en aquél momento, que fue tanta que me hizo creer que me había pasado de intensidad en aquél mordisco, pero no dejé de estimularla todo lo que pude.

Su último movimiento desconcentró por un momento a Lycaon, pero debido a eso empleó toda su voluntad en responder con mayor intensidad en sus caricias y su clitorís de hinchó y se hipersensibilizó al tacto. La cabeza le daba vueltas y ya no distinguía en qué posición se encontraba el techo y en cual el suelo. Una mezcla de gemidos y jadeos se volvió mas audible. A duras penas consiguió responder a su pregunta:

-Si sigues...así...puede que...me venga...-al instante siguiente soltó- Me estoy...volviendo...loca!

Su cuerpo había dejado de responder a su cerebro y actuaba por sí solo. Ya no intentaba estimular a Lycaon y no importaba lo que pensase cualquiera de los dos, sólo se dejó llevar por la gran oleada de placer y la dejó salir de su interior.
Se encogió en torno a la mano que tenía en su entrepierna: cerró las piernas, su espalda se levantó del colchón que la sostenía para luego arquearla con su pecho hacia el cielo. Y se quedó sin aliento para soltar su nombre entre un sonoro gemido de pasión.

Ella en un momento dejó en paz mi miembro, soltó la mano y se dejó llevar por completo: estaba a punto de suceder.
Seguí estimulándola y me separé un poco para mirarle la cara en el momento que eso pasara, y cuando noté que cerraba con fuerza las piernas alrededor de mi mano, pude ver en ella su lado más indefenso.

Noté una vibración única en la mano y acto seguido, mi mano estaba empapada en el néctar de su sexo, ya que acababa de conseguir que se viniera.

En los segundos siguientes, dejé que respirara y se relajara, porque era evidente que estaba bastante más alterada que yo -y no era para menos-. Después retiré mi mano con toda la delicadeza posible y la miré con una ternura que me sorprendió a mí mismo. ¿Por qué sentía esta calma dulce al verla en este estado?

No pude evitar sonreír, y me incliné para besar sus labios con la mayor suavidad del mundo, para luego moverme de encima suyo y quedarme semi-sentado a su lado, apoyado con el codo en la almohada y vuelto hacia ella, esperando a que recuperara el aliento.

Cuando su mente volvió al lugar donde pertenecía, obligó a su cuerpo a relajarse y se extendió sobre la cama cuan larga era. Acto seguido el humano le dio un beso en los labios, tan tierno que la sorprendió, no entendía la razón por la que le trataba con tanta delicadeza de repente.
Respiró profundamente, y sintió las sábanas empapadas bajo ella. Luego se volvió para mirar a Lycaon y se dio cuenta de que éste la estaba observando tranquilamente. Sus mejillas se encendieron, y para evitar que le viese se dio la vuelta y se tumbó boca abajo, con apoyando la barbilla en sus manos, con los pies hacia arriba, y aprovechó para estirar las aplastadas alas. Posó su cola en el trasero de Lycaon y le miró de nuevo:

-¿Qué? -dijo arqueando la ceja- ¿Qué estás pensando?

Esta vez, por alguna razón, no pudo evitar volver a ponerse roja.