Zona hallada (libre)

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Aún con la cola de la súcubo al cuello, llegamos tras un largo paseo a un lugar del que oí hablar en las calles del mercado: las Llanuras del Oeste.
La gente hablaba de un lugar tan vasto que daba miedo lo que impresionaba, pero puesto que habíamos tardado un poco en llegar, ya casi se había hecho de noche, y la oscuridad era vencida por la blanca luz de una Luna que se veía antinaturalmente grande.

No sé qué planes tenía mi compañera de camino, pero yo desde luego quería ver aquello con mis propios ojos. Estaba demasiado cansado del ajetreo de la ciudad y aquél lugar, oscuro y sinuoso, daba la extraña tranquilidad que esperaba encontrar.

-Y bien, ¿qué te parece el sitio? -le pregunté a la mujer demonio mientras jugueteaba paseando los dedos por la punta de su cola, aún aferrada a mi cuello.

Caminando junto a su nueva mascota dejaron atrás la ciudad y llegaron a parar a un vasto lugar a cielo abierto. La llanura se extendía hasta donde alcanzaba la vista y la luz de la enorme luna lo bañaba todo, por lo que no era difícil acostumbrar sus ojos y podía distinguir perfectamente las siluetas de unos pocos árboles solitarios, dispersos entre sí. Una gruesa y mullida alfombra de hierba se medía a sus pies con la suave brisa del viento.

La joven demonio se olvidó de todo por un momento al observar cada detalle del lugar, pero de repente recordó lo que sujetaba con su cola cuando notó un leve roce: el cuello de Lycaon. Le soltó de inmediato. Además éste le estaba haciendo una pregunta, por lo que sacudió la cabeza como si no se hubiese quedado en ningún momento con la boca a abierta y le miró.

-Psé! es algo que he visto muchas veces en mi vida -y la verdad es que no, ella era un demonio más acostumbrado a estar entre el gentío y el caos-. Es tan...tranquilo -comentó.

Era curioso. Por un momento me pareció ver a un ser totalmente distinto en Aydana. Ya no parecía ser esa mujer pícara y calculadora de la tienda de ropa. Por un momento, la diablesa parecía mucho más calmada e incluso sorprendida.

Cuando me soltó el cuello, me di cuenta de que realmente no se estaba tan mal, pero supongo que no podía seguir mucho más con su cola al cuello, si ya habíamos llegado al destino.
Di un par de pasos a un lado y me coloqué junto a ella, intentando ver hacia dónde se dirigía su mirada mientras apelaba a la tranquilidad del lugar.
Entonces me di cuenta de que no miraba nada. Sus ojos, siempre de un rojo intenso, se perdían ahora en la inmensidad del paraje, y casi parecía que su mente se iba junto con su mirada.

Reí levemente.

-No me engañas, Aydana. Se nota a la legua que te encanta este sitio.
Me alegro haber escogido bien. -volví a reír, divertido.

-Pero sí, es un sitio muy tranquilo... -me di cuenta de que acababa de poner la misma voz que ella. Ese lugar tenía algo.

-¡Y bien! -repuse de pronto- ¿Qué te apetece hacer por aquí? Yo he elegido el lugar, así que te toca a ti decir qué hacemos. ¿Prefieres seguir moviéndote, hacer algo o simplemente echarnos por aquí?

Sin decir nada más y esperando su respuesta, me dejé caer sobre la hierba mullida, que adquiría un tono azulado en la noche, y me senté para mirarla.

Después de escuchar lo que decía Lycaon se quedó de pie observando como se tumbaba en el suelo. Miró su alrededor y cayó en la cuenta de que no tenían ningún árbol cerca para dar la sombra que quería, pero se le ocurrió una alternativa. Abrió las alas ante él y las juntó, ocultando la luna a sus espaldas. Ahora el espacio que les cubría era negro como la boca de un lobo y sonrió en la oscuridad, aunque no se viese.

-No te alegres tanto... -siseó mientras se descalzaba y sentía la hierba fresca bajo sus pies. La sensación le gustó, pero centró su mente en pisar el pecho del chico con fuerza.
"A ver si se le quita la cara de bobo que tenía hace un momento" pensó. No dejaría de demostrar el poder que podía tener en él, aunque sabía que él no era un humano cualquiera, con su pequeña arma futurista con la que podría atacar en cualquier momento, aunque no parecía tener demasiadas intenciones de dispararla. Sabía que podía hacer una pistola, pero el traje que le cubría le resultaba más extraño:

-¿Para qué sirve ese traje que llevas puesto? -dijo, mirándole desde arriba.

De pronto, todo era mucho más interesante. Sabía que aquél semblante tranquilo y sereno de hace unos segundos no iba a durar demasiado, pero aún así me sorprendió muy gratamente su siguiente movimiento.

Su pie descalzo se posó sobre mi pecho, y pude notar cada centímetro de él, manteniéndome contra el suelo.
Fue excitante de algún modo, y lo cierto es que en absoluto me lo tomé como un ataque. Si quisiera matarme, podría haberme estrangulado cuando me tenía cogido con su cola.
Ella miró fugazmente a mi X-Gun, pero supongo que se dio cuenta (quizá por mi falta absoluta de resistencia) de que no pretendía atacarla. Es más, me entró de repente una enorme curiosidad por ver a dónde quería llegar con eso. ¿Quería simplemente divertirse poniéndome el pie encima? No estaba del todo seguro.

Entonces preguntó acerca del traje, y realmente podría darle una explicación detallada de por qué lo llevaba y de cómo el fragmento de Cristal Blanco lo hacía funcionar, pero sabía que la encontraría demasiado aburrida, así que fui al grano.

-¿El G-Suit? A parte de mantenerme con vida, incrementa las capacidades biológicas de un ser humano corriente. Vamos, que sin esfuerzo puedo ser unas diez veces más fuerte, veloz y resistente que cualquier persona común. -expliqué de manera rápida, sin entrar en complicaciones técnicas de su funcionamiento.

"Un traje interesante, habrá que ponerle a prueba" pensó Aydana, mientras con ligero cuidado, adelantaba el otro pie y lo ponía también sobre el pecho del chico, los puso de puntillas y adoptó una postura básica de ballet, haciéndose la bailarina. Su alas se separaron y su cola se alzó para mantener el equilibrio, y con la luz de la luna su silueta oscura contrastaba sobre el fondo claro:

-Entonces si hago esto, con tu "super" G-Suit ni lo notarás, ¿no?-dijo con una media sonrisa en la boca.

En reacción a la presión que recibía del peso de la diablesa, el G-Suit se endureció levemente alrededor de sus pies, formando una tensión que mantenía la zona a un milímetro de mi piel interior.

-A penas sé que estás encima mío porque te estoy mirando. -dije con total tranquilidad.

O era cosa mía o esta señorita quería jugar. Y habría apostado mi arma a que lo quería.

-(Si es lo que quiere, complazcámosla) -pensé.

Coloqué mis codos a los lados, y de pronto el G-Suit reaccionó en ellos y me ayudó a darme impulso en el suelo, levantando mi pecho de pronto con una fuerza que podría lanzar a un humano adulto a varios metros hacia arriba.

La fuerza con la que Lycaon se incorporó del suelo fue mayor que la normal en un humano corriente, eso no tenía lugar a dudas, la demonio podía empezar a creerse que el traje no era de un tejido normal.
Gracias al impulso Aydana saltó y dejando que la fuerza de la gravedad siguiese su curso natural, plegó las alas para dejarse caer con las piernas abiertas a ambos lado del joven. Ésta se quedó agachada, con el rostro muy próxima al suyo. Ladeó la cara y dijo mientras agitaba la cola:

-¿Uhm? ¿Mi cachorrito quiere pasárselo bien de verdad?

Su tono se pareció ligeramente al de una madre hablando con su bebé o...una pija con su chihuahua.


OFF: No comments xD

(OFF: UNA PIJA CON SU CHIHUAHUA?!! XDDDD)

Aunque no lo pareciera, de verdad que aquella mujer me estaba poniendo de los nervios de una manera muy poco saludable.
Cayó literalmente encima mío y el traje lo amortiguó, pero cuando quedó tan cerca mío, pude notar por primera vez su cuerpo sobre el mío, y no estaba nada mal.
Respiré hondo y pensé en mi siguiente movimiento.

-Buen truquito ese del aire, pero a ver qué tal con este.

Sin hacer demasiado ruido, reí ante su comentario y levanté las rodillas, hasta casi tocar su espalda con ellas. Puse mis manos en el suelo, a los lados de mi cara, y me impulsé de un golpe, poniéndome de pie.

Lycaon parecía comenzar a divertirse, y Aydana también, porque era una de las facetas humanas que más le gustaba: a veces los humanos en estados de euforia cometían muchas locuras, grandes y pequeñas.

Gracias a sus buenos reflejos esquivó su repentino movimiento saltando justo por encima de su cabeza, de manera que quedaron espalda contra espalda, aunque no pegados. Rápidamente sacó su cadena y la enrolló alrededor del chico, poniendo a prueba la resistencia de su traje, pues aquella vez no controló demasiado mediante electroquinesis el pequeño mangual que tenía en uno de sus extremos. En el último momento se arrepintió de su movimiento y desenrolló la cadena con fuerza, esperando que volviese al suelo de nuevo.

Eso había sido peligroso, desde luego, pero por alguna razón la mujer no atacó, sino que canceló su ataque a la mitad. ¿Pretendía mostrarme de lo que era capaz?

Aproveché el momento en el que me soltó para dar agazaparme, aún de espaldas a ella, y saltar a unos diez metros de altura. En el aire, saqué la X-Gun y disparé a un par de metros delante de Aydana, haciendo aparecer una luz en mi arma. En unos segundos, un trozo de rellano explotó, levantando una nube de humo y polvo en la que aterricé. Cuando se disipó el polvo, estaba a un palmo de la cara de la diablesa, y le di un toque en la frente con el dedo índice.

-¿Es cosa mía o a la señorita le gusta demasiado eso de atar? -dije con tono juguetón.

La luz que desprendió la pistola la desconcertó por un momento, junto su reducido tamaño por un instante le pareció de juguete, pero acto seguido el suelo explotó y en un abrir y cerrar de ojos tenía al biohumano justo delante:

-Quizá...puede que me guste tener las cosas bajo control -le respondió con una sonrisa maliciosa.

Entonces desplegó sus alas, las batió con fuerza y así pudo alzar el vuelo. Se puso detrás de Lycaon y lo agarró por detrás, debajo de los brazo. Notaba que su peso era más bien ligero y siguió subiendo metros, por encima de las cosas de los poco árboles que había. Pasaban en ese instante sobre uno cuando dijo:

-¿Estás bien así o prefieres que te suelte, pequeño?

Al batir las alas, el viento me hizo cubrirme la vista con el brazo, pero entonces me vi sujetado por detrás y alzado en el aire.

El aire... Siempre había adorado saltar con el traje y rozar el cielo, pero la gravedad no dejaba de hacerme volver al suelo, así que aquella era la primera vez que pude permanecer en el aire durante un tiempo, y era genial.

-Esto es genial, me encantan las alturas, pero si me quieres soltar, supongo que no hay más remedio. No te preocupes, te ahorraré las molestias de aguantarme con las manos.

Yo mismo me zafé de los brazos de la diablesa y caí al suelo, pero justo cuando toqué con los pies en el suelo, flexioné las rodillas y las botas del traje se encendieron, dejando marchar un leve soplido hidráulico en respuesta a lo que estaba a punto de hacer, pues acto seguido aproveché la inercia para convertirla en impulso y rehacer todo el camino hacia arriba.

Me lancé directo hacia la mujer, que todavía volaba en el mismo lugar, y la tomé por la cintura como si de un placaje aéreo se tratara.

El chico se soltó y al principio se sorprendió, pero desde el suelo volvió a abalanzarse sobre ella con violencia, de manera que le hizo perder el equilibrio, precipitándose hacia el suelo.
Ella le sostuvo entre sus fuertes brazos y, apretando los dientes, consiguió mantenerse en el aire poco antes de alcanzar el suelo y luego aterrizaron sobre la hierba, ella encima de Lycaon:

-¿Es que estás loco? -le dijo enfurecida, agarrándole por los hombros- No me gustaría estropear mi piel con rasguños, gracias.

"Además, no sé cuál de los dos habría salido peor parado, la verdad" Pensó, mirando para otro lado.

Lo había conseguido, se había enfadado. No estaba muy seguro de que eso fuera buena idea, pero ahora era a mí a quién le apetecía juguetear un poco.
No sé cómo se lo montaba, pero esta mujer siempre terminaba encima mío...

-Oh, vamos, creí que la señora súcubo poderoso podría lidiar con un empujoncito de nada -dije con tono pícaro- Supongo que si no queda más remedio, tendré que suavizar mis métodos. No queremos que tu preciosa piel se estropee, ¿no?

Sus ojos parecían brillar con un rojo aún más intenso que el anterior mientras me sostenía por los hombros, pero aparté una de las manos que me cogían y le acaricié la mejilla con cuidado.

-Siento haberte asustado~ -aunque sabía perfectamente que no se había asustado ni mucho menos, no pude evitar que se me hiciera graciosa la idea de que la poderosa diablesa que se me presentaba antes fuera ahora una asustadiza criatura.

Ante todo, sintió que su orgullo había sido herido y de un manotazo apartó la mano de su cara:

-No me he asustado -dijo, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado-. Además ya has visto como he lidiado con la situación perfectamente, pequeño humano.

Su tono despectivo sólo le había aliviado ligeramente, le molestaba realmente ser burlada por un ser que consideraba inferior, y no conseguir lo que deseaba. Aunque por otra parte, su mano le pareció tremendamente cálida al contacto con su piel, parecía que Lycaon se confiase cada vez más y eso podría ser algo bueno.

-La que tendría que ser suave tendría que ser yo, contigo -dijo en tono amenazador. Le habría gustado despedazar aquél traje suyo con sus propias manos, dejarle marcas en el pecho con las uñas, y eso intentó.

Oh no, eso sí que no. Estaba bien hacerla enfadar un poco, pero el traje no se toca: regla número 1 de tratar con Lycaon.
Aunque la parte que me mantenía vivo estaba dentro de mi cuerpo, aunque el tejido negro solo era lo que me hacía ser más fuerte y más ágil, resistente etcétera, aunque tenía unos veinte trajes como ese en el biolaboratorio y aunque en el fondo tuviera ganas de que me arrancara la ropa a arañazos, yo no había terminado de jugar con ella, así que la sostuve por las muñecas y aparté sus brazos hacia los lados, haciendo que cayera y dejando su cara a unos diez centímetros de la mía.

-No tan rápido, gatita -le susurré al oído- deja lo de arrancarme la ropa para luego.

Con el mismo impulso que hice anteriormente con los codos en el suelo, me incorporé de un golpe, pero esta vez tiré literalmente a la diablesa al suelo hasta que quedó tumbada y fui yo quien quedó sobre ella, sin soltarle las muñecas.

Lycaon reaccionó con la rapidez de un rayo y, antes que hubiese rozado su traje siquiera, ella era esta vez la que se encontraba atrapada contra el suelo. Los demonios como ella siempre habían tenido cierta debilidad por los hombres atractivos (aunque éste no fuese un humano corriente en toda regla), y no pudo dejar de pensar en su cuerpo, fuerte y estilizado. Pudo apreciar, gracias a la cercanía, que apenas era un poco más alto que ella.

Aydana, tumbada como estaba, rodeó con sus piernas la cintura del chico y lo apretó hacia su cuerpo, para que ambos sintiesen las formas el uno del otro. Luego con una mano tocó su pelo, apartándoselo de la frente para que sus miradas se encontrasen y su ojos lo miraron con fuerte intentsidad, desnudándolo con la mirada. Se hizo un breve silencio, y la joven demonio pudo escuchar el leve susurro del viento contra la hierba:

-Entonces qué harás, ¿me la quitarás a mí? -dijo con una sonrisa pícara, para luego mirarse a sí misma, señalando la posición en la que se encontraba.

Realmente no sabía qué esperaba en respuesta a mi acto de semi-violación, pero de pronto todo era muy interesante.
La diablesa no dejaba de escrutarme con la mirada de arriba a abajo, y cuando sentí sus piernas atraparme sin fácil posibilidad de escape, pude notar el calor de su cuerpo contra el mío, y entonces, por primera vez, su mano se dirigió a mi cara, y el levísimo roce de sus dedos en mi piel al apartarme el pelo me hizo estremecerme. Sus ojos brillaban con un fulgor desmesurado, y sentí que de pronto me daba igual todo.

-Tú sigue siendo así de sugerente y quizá lo haga. -dije, casi en tono de amenaza, mientras me rendía al ardor del momento y besaba sus labios.

Ese beso le había pillado por sorpresa, Lycaon había pasado a tomar la iniciativa casi sin darse cuenta, y ahora no sabía quién controlaba a quién. Aydana estaba acostumbrada a que los hombres cayeran rendidos ante ella, a su antojo, pero él había sido diferente en todo momento. Se había resistido más de lo que esperaba pero al final había sido él el que más bien parecía jugar con ella.
"¡Deja de darle vueltas al asunto! Ésto era lo que querías, no? Un poco de diversión sin pasar la noche a solas" Se dijo a sí misma. Así que en lugar de decir nada, rodeó su cabeza con ambas manos y le agarró el pelo con fuera, mientras prolongaba el beso.
El calor que le proporcionaron sus tiernos labios la hizo entrar en un extraño estado de frenesí y sólo quería más de el, hasta agotar toda su esencia.

Una pequeña parte de mí esperaba un rechazo violento por parte de Aydana, y de hecho estaba preparado para reaccionar ante él a tiempo en caso de que me hubiera pasado de la ralla con ese beso.
Sin embargo, su respuesta no fue otra que cogerme del pelo y besarme con mayor pasión, jugando con mi boca como si se tratara de lo último que hacía, y eso me hizo relajar mi tensión de cautela hasta tumbarme totalmente sobre su cálido cuerpo, mientras le mordía el labio inferior y tiraba un poco de él, para volverla a besar de nuevo.
Poco había leído de los besos de una súcubo, pero es cierto que una vez pruebas sus labios, eres incapaz de escapar de ellos, son una trampa en la que yo solito me había metido, y la cual estaba disfrutando al máximo.

Parece que eso de picar a la diablesa daba unos resultados inesperados, así que me separé a penas un centímetro de ella, solo para poder decir
-Quién hubiera dicho que acabaría siendo yo el que llevara las riendas. ¿Qué se siente al ser dominada?

Jamás había dicho una mentira tan gorda como aquella. Deseaba tanto su cuerpo y su calor que ahora mismo yo era el único que no podía pensar en otra cosa que no fuera ella, y si lo supiera me tendría preso y a su merced.

Cuando Lycaon mordió su labio ligeramente su cuerpo se estremeció: era uno de sus puntos débiles, aunque a pocos hombres con los que había estado se les había ocurrido hacerlo.
Él pareció querer seguir saboreando su boca cuando volvió a besarla, pero se detuvo y dijo algo que le hizo sentir una nueva punzada de dolor en su orgullo.

-¿Desde cuando una mascota domina a su ama? Voy a tener que reprenderte -Respondió ella con brusquedad.

Esa vez fue ella la que le besó y buscó su lengua, para después atraparla con sus dientes hasta hacerle un poco de sangre.

-(¡AU!)
Eso había dolido, pero por algún motivo, ese dolor se convirtió en un respingo de placer, y estaba totalmente dispuesto a aprovecharme de la situación.
Me separé de nuevo y la miré a los ojos, con un ligero aire de malicia en mi mirada.

-Eso no se hace, voy a tener que tranquilizarte un poco. -dije cuando de pronto pude notar el sabor de mi sangre en mi lengua.

Con una mano, le acaricié levemente la mejilla de la diablesa, repasando el perfil de su cara con la punta de mi dedo índice, hasta llegar a los labios, los cuales toqué y posé mis dedos en su barbilla, bajándola con calma y haciéndole abrir la boca.

Entonces me mordí un poco más la lengua donde ella había mordido. Dolió, pero pude hacer que saliera algo más de sangre, la cual se deslizó hasta caer en sus labios.
Dos únicas gotas de sangre mancharon su boca, mientras no pude evitar soltar una pequeña risa maliciosa, a la espera de su reacción.

Cuando cogió su cara con delicadeza ella se aproximó a sus labios sin apenas esfuerzo, pero cuando notó que se provocó una nueva herida en la lengua para hacerla probar su sangre se extraño mucho:

-¿Estás pensando que soy un vampiro o qué, pequeño? -arqueó una deja con gesto de intriga, y luego le susurró al oído- ¿Crees que vas a despertar mi sed de sangre?

Mientras le besaba por el cuello en la parte más próxima a la oreja, le sujetó la cintura con la cola para voltearle y volver a quedar de nuevo encima suya. Se estaban dando un buen revolcón por la oscura hierba.

-No te olvides a qué raza pertenezco, Lycaon. -le dijo, hinchando su pecho y estirando sus alas, haciendo que preciese más grande de lo que en realidad era. Bajó por su cuello, pegó sus pechos contra su cuerpo y comenzó a succionarselo con fuerza, para dejarle una pequeña marca oscura en la piel.

En el momento me hizo gracia, porque yo mismo me pregunté si tendría algún tipo de efecto en ella. Cabía comprender mi desconocimiento absoluto de las razas, y valía la pena probarlo, aunque hubiese sido en vano.

-Bueno, no se dirá que no lo intenté. -dije en un suspiro cortado por la vuelta que me dio con la cola.
Cuando me habló, tan cerca del oído, pude notar su cálido aliento en mi cuello, y la piel reaccionó de inmediato erizándose como si se huera quedado paralizada.

-(El cuello no, el... cuello no...) -pensé con fuerza. Era del todo mi punto débil, y desde siempre esa zona había provocado en mí una total sumisión.

Pero efectivamente, tras desplegar por completo sus alas, me dejó tan impresionada la figura de la mujer bajo la luz de la Luna que bajé la guardia el tiempo suficiente para permitirle llegar a mi cuello. Demasiado tarde, para cuando quise evitarlo, mi cuerpo ya no podía responder, y noté cómo mis fuerzas se desvanecieron de golpe. Dejé caer los brazos a los lados mientras mi corazón se aceleraba y mi respiración se agitaba. Ahora sí que me tenía totalmente dominado...