Asentí ante la afirmación de Ooroboros.
-Un placer ir en busca de tesoros contigo, Ooroboros- le saludé burlonamente, como si me presentara ante un soldado. Palpé los muros, con suavidad. Uno me sonó extraño. Extrañamente hueco. Sonreí.
-Creo que hemos encontrado un muro falso. Aparta- agarré el cofre que habíamos vaciado y lo arrojé contra el muro, agrietándolo -Nuestro billete a la libertad, y, si no te importa, las damas primero.
Me escabullí por el hueco que había creado-no sin antes agrandarlo un poco-por tal de salir de tan acongojante fortaleza. Olía a aire fresco, y cuando conseguí salir, reprimí las ganas de gritar de felicidad. Una vez Ooroboros salió, me acerqué a él y le sonreí.
-Muchas gracias por toda tu ayuda, amigo. Y...-empecé, acompañando mis palabras con mis acciones -Te guste o no, me voy a despedir de ti como me han enseñado- lo abracé y le di un beso en la mejilla, alegremente.
-Ahora estas maldito, ¡te ha dado un beso una elfa!- dije burlonamente, dándole unas cuantas monedas más -En compensación por haberme soportado este extraño día.