Buscando algo...[crónico]

Caminé durante un buen rato, siguiendo un plano sin sentido. Giré de varias formas el plano, mirándolo desde todos los ángulos. Imposible. Indescifrable. El tipo que me lo había vendido me había tomado el pelo.

-Mierda. Yo no sé leer esto-me senté, desilusionada

-Si alguien pudiera ayudarme a descifrarlo...-tomé aire, llenando mis pulmones de rabia y aire

-¿Hay alguien por aquí?-esperé, intentando encontrar el eco de una respuesta.

Algo se había movido tras de mí, así que mi mano se posó rápida sobre Stennka, mi espada. Si era un enemigo, no se lo iba a poner fácil.

No sabía cómo, pero se había perdido. Acabó en unas montañas algo olvidadas, desconocidas para él.

-Creo que debería haber una ruta que me conduzca a la ciudad de nuevo.

Empezó a investigar tras unos arbustos. No halló presencia de musgo, así que alzó la vista y divisó un bosque a lo lejos. Prosiguió por el sendero. Más adelante, se encontró con alguien armado.

- No querría importunar, pero, espero que no tengas intención de asesinar a nadie con esa arma blanca- dijo con un tono quebradizo.

Me asusté. Creía que iba a ser una serpiente o algún bicho repugnante. O peor, podía haber sido una cucaracha. Miré al muchacho -si así me podía referir al ser que se hallaba ante mi- con cierto alivio.

-Perdona, no pretendía parecer amenazante. Hoy no estoy en misión de caza-sonreí, nerviosa. Luego, tuve una idea. Y si...

-Perdona que te asalte así, pero...¿Tu sabes leer esto?-le tendí el mapa, encantada con mi nueva idea.

-Se supone que me conducirá a un tesoro...Pero no sé leerlo. ¿Me ayudas, por favor?-pedí, con mi mueca más cándida.

La mujer que le mostró el mapa no parecía tener intención de herirle, aunque se veía confusa por mi apariencia.

Miró aquel entresijo de símbolos, impreso en el papiro. Y se quedó pensativo

- Creo que se trata de un mapa que guía a una mazmorra, aunque no estoy muy seguro. Pero podría llevarte hasta allí por un módico precio

Sonrió ampliamente y torció la cabeza inconscientemente.

Me encantó su reacción. Reí abiertamente.

-Si hay un tesoro, hacemos un 50%. ¿Te parece?- cerré los ojos un instante, meditando. No creí que a mis superiores les importara si, en el caso que hubiera botín, lo compartiera con alguien que me había ayudado.

Por no mencionar el hecho que, realmente, me importaba muy poco lo que pudieran decir. Si no, que no me hubieran mandado donde "Cristo perdió la sandalia" a hacer vete tu a saber qué.

-Y si no, tendrás que conformarte con la compañía- mi sonrisa se volvió más amable.

-Si me haces el favor, indica el camino. Te sigo.

Me paré un segundo, dándome la vuelta y tendiéndole la mano enguantada.

-Por cierto, soy Katherine

Aquella reacción le sorprendió. No se encontraba normalmente con gente tan alegre, y menos, dispuesta a compartir el botín.

- Ir con una moza tan formal como la que se encuentra ante mí, no sería una gran carga.-sonrió de nuevo.

La muchacha le tendió la mano y se presentó como Katherine. Pensó que era un nombre bonito para alguien que no vivía sobre las nubes, pero se calló el comentario y decidió decir algo más objetivo.

- Katherine, yo soy Ooroboros, tu nuevo guía. Encantado de tener un cliente tan generoso como tú.

Señaló hacia la posición en la que en ese momento se encontraba el Sol, tiñendo de rosado el cielo.

- Vamos al Oeste-dijo a la vez que empezaba a caminar.

Volviendo a tomar el mapa en mis manos, lo guardé en el bolsillo, más animada por haber encontrado a alguien con, primero, poder hablar relajadamente, sin que supiera ni mis secretos ni nada de nada de mí. Mis compañeros habituales solían avasallame a preguntas absurdas y extremadamente personales e íntimas. Y, segundo, la presencia de Ooroboros me tranquilizaba. No tenía que estar a la defensiva.

-¿Qué crees que puede ser lo que hallemos? Oro estaría bien. ¡Y joyas de una antigua monarquía sería un buen botín!- reí, mirando el colgante de mi cuello, aferrándome a el con fuerza.

Mi línea de pensamiento se vio interrumpida por un sonoro ruido que me alertó. Cogí mi arma y apunté con ella al nauseabundo góblin que se alzaba ante nosotros. Tomé del brazo a Ooroboros, indicándole silenciosa, que quería acabar con el engendro.

-Supongo que sabes pelear- sonreí, alegremente. Tenía ganas de pelea.

-Oro, adoro ese metal-dijo con ojos llorosos-llenos de añoranza-, aunque mirando hacia otro lado para que Katherine no pudiera verle en ese estado.

Cuando le tomó del brazo sintió una sensación extraña, nadie le había tocado desde hacía años y la piel suave de aquella elfa.

Justo cuando creía que la cosa iría como la seda teniendo una compañera tan alegre, avistó un Goblin tras de sí, justo como le acababa de indicar Katherine.

La elfa preguntó por si sabía pelear, cosa que no le sorprendió en absoluto, pues, para él, engendros como tal no debían seguir con vida, por su propio bien.

-Claro que sé pelear, y acabaremos con ESTO, en un abrir y cerrar de ojos, ya verás.

Empezó a cargar la comprensión de aire mientrastanto.

-¡Genial!- mi preciada Stennka se desarticuló a mi orden, prolongándose amenazadora hacia el monstruo, que había sacado su arma, balanceándose alegremente, burlándose de mi ligeramente mal calculado ataque.

Gruñí, asqueada.
-Bastardo..

La roma hoja de su arma había pasado a escasos centímetros de mi brazo, a causa de mi fallo anterior.

Había perdido práctica desde la última vez que me había enfrentado a alguien armado. Aunque fuera un estúpido y baboso góblin. Así que opté por patearlo, lanzándolo, acertadamente, hacia donde se encontraba Ooroboros.

-¡Todo tuyo!

Vió acercarse a gran velocidad aquel goblin baboso, con una mueca más que memorable. Pudo avistar como se le descomponía la cara al ver que iba en su dirección. Ooroboros se apartó para esquivar el "misil" que Katherine le había enviado y le hizo una mueca de desprecio. Entonces agarró la guadaña y desgarró la cabeza del ser que tan amablemente acababa de cargar contra su compañera. Le deformó lo suficiente como para salpicarle la camisa de sangre verdosa. Aunque no fue un golpe mortal, lo dejó bastante inhabilitado.

-¿Le das tú el golpe final?-gritó a viva voz

-Creo que con eso aún podrá seguir viviendo. Así que...- mi espada sesgó la garganta, rabiosa por la burla anteriormente recibida.

-Mejor le ahorro el sufrimiento-suspiré, aliviada por la adrenalina liberada. Me encantaba pelear. Y, cuando lo hacía, estaba de un humor excelente. Mi cara adquiría mayor color y sonreía con mayor franqueza. Me agaché para registrar los bolsillos del engendro.

-¡Bingo!-saqué un par de monedas, y le lancé una a mi compañero.

-No es mucho, pero servirá para pagar la lavandería para tu camisa.

-Oh, ¡Gracias!-respondió con un brillo inusual en sus ojos.

Miró un momento aquel objeto que acababa de recibir, admiraba aquel metal. Lo veía algo brillante, algo creado por los dioses y capaz de solventar muchas cosas. Le dio la vuelta, para ver la otra cara, hizo mal, pues estaba tan sucia que ni siquiera se podía ver el rostro que autentificaba su valor.

-¡Maldita sea!- vociferó con rabia-¿Es que no hay ningún monstruo que tenga un mínimo de higiene? Odio tener que limpiar las monedas.

Se guardó la pieza de oro en el bolsillo del pantalón y se acercó a Katherine a pasos largos.

-No creo que ese tesoro esté en buenas manos, más bien, creo que estará en un lugar un tanto inusual e infestado de cosas como la que acabamos de aniquilar. Por cierto, buen golpe. ¿Dónde has aprendido a luchar?-Preguntó curioso.

Arrugué la nariz, mostrando mi acuerdo con el comentario acerca de la higiene de los monstruos. Mi moneda no estaba precisamente limpia, pero en cualquier taberna de las que solía frecuentar me la aceptarían.

-Soy de tu misma opinión, Ooroboros. Temo que el tesoro se halle entre putrefactos dedos de góblin- suspiré, pero con alivio. Seres así los podía manejar si lo intentaba con ahínco.

Luego, la pregunta me sobresaltó. Me sonrojé intensamente, lo noté. Para mí era un tema algo delicado. Pero me armé de valor. Tenía que admitir que, a pesar de todo, le gustaba hablar de ello.

-Tengo varios referentes. Teniendo en cuenta mi avanzada edad, conté con la ayuda de mis mejores amigos. Después, al marcharme de casa, he gozado de la protección de mis maestros. Pero el manejo de esta monada- indiqué, articulando y desarticulando Stennka varias veces -es de cosecha propia.

Encaminando mis pasos hacia el sendero al que me dirigía junto Ooroboros, intenté cerciorarme de que no había más sorpresas esperando.

-¿Qué hay de tí, amigo?- retomé el hilo de mis propias palabras, avergonzada.

-Perdona la familiaridad.

La pregunta le abordó inadvertido, así que intentó suavizar la respuesta tanto como le fue posible.

-No te preocupes, después de haber matado a un goblin a medias, tienes todo el derecho de dirigirte en un tono menos formalizado -dijo para retrasar la contestación- bueno, la verdad es que llevo unos años trabajando para gente a la que ni conozco. Si a estas alturas no me hubiera encontrado con un monstruo no sabría si sería afortunado o, por el contrario, desgraciado. Así que, para no arriesgarme a morir por un objeto, valioso para el cliente, me entrenaron con anterioridad.

-Sobre el arma, simplemente la adoro.

Alzó la guadaña y pasó un paño para limpiar la sangre que había recubierto el filo de ésta.

-Me siento más tranquilo si rasgo el alma de un enemigo con el arma blanca que utiliza la misma muerte. ¿Seguimos?

Guardó el paño y empezó a andar.

Sin darme cuenta, me rezagué unos instantes.
"¡Un experimentado guerrero!" pensé, ilusionada. Experiencia, sabiduría. Cosas que me apasionaban. Por eso tenía al maestro que había elegido, y no a cualquier otro. Tuve que acelerar para recuperar el ritmo, completamente asombrada por el increíble descubrimiento.

Más adelante, el camino se bifurcaba en varias direcciones.
Saqué el plano y se lo tendí a mi acompañante.

-¿Por dónde dice el dibujito este que debemos ir?- olisqueé los tres senderos, en busca de alguna señal de peligro. Gruñí. Maldito resfriado. Me tendría que fiar de sus habilidades de lectura de nuevo. Y de su instinto.

Por mucha admiración que me despertara, y por mucho que agradeciera su ayuda, no tenía ganas de quedarme de brazos cruzados. Si no podía oler, al menos podía mantener la mano cerca del arma.

-Tendremos que estar alerta. En las montañas, puede que salgan otros bichejos repugnantes. O-o-o cu-cucarachas- tartamudeé, repugnada.

Volvió a mirar aquel jeroglífico al que Katherine llamaba cariñosamente mapa.

Rió por el comentario sobre las cucarachas, pues sabía que no habría ningún bicho de esos por los alrededores.

- No te preocupes por esos insectos, si encuentro uno, cosa que veo un tanto difícil, lo pisaré antes de avisarte que se está acercando.-Afirmó con serenidad, intentando darle seguridad a su compañera.

Revisó el pergamino de nuevo y reconoció la bifurcación en la que se encontraban. Justo encima había una flecha que desembocaba en unas palabras escritas a mano, encerradas en un recuadro, la cual decía claramente: TESORO NO AQUÍ.

Regresó a la bifurcación recreada en el mapa e intuyó que debía ser el otro camino el que les conduciría al lugar correcto. Aún así, dirigió la mirada a la punta de otra flecha que indicaba: ¡AQUÍ SÍ! y algo indescifrable que no pudo llegar a leer.

-Esto... creo que es por el camino de la derecha-dijo no muy convencido- aunque aquí pone algo... que no puedo llegar a leer, ¿sabrías decirme que pone aquí?

Le señaló el lugar con el dedo índice de la mano derecha a la vez que giraba la cabeza para ver el rostro de la elfa.

-Me he perdido, genial- mascullé dificultosamente, liada como estaba mi lengua por sobrevivir entre mi paladar enganchoso, mientras me invadia una risa tonta.
El tabernero me había dado unas claras instrucciones. Seguir el camino despejado hasta encontrar una bifurcación. ¿Fácil, no?

Sí, es fácil cuando no llevas una cantidad pasmosa de alcohol cruzandote las venas a gran velocidad. Me desplomé contra un arbol cercano, doblando su enorme superfície para aliviarme un terríble escozor que me mordisqueaba la espalda. Cuando parecía que el picor se aliviaba noté algo mas en mi espalda; el árbol se caía.

Entre sonoras carcajadas me levanté, lleno hasta las bárbas de hojas, tierra mojada de las raizes y algun que otro bichejo que se hubo enredado en mi pelo enmarañado.

Ante mi, la espesura del bosque había abierto en considerable abujero, por donde la luz, alegre y danzarína se abría paso para llegar a las pequeñas plantas, ocultas y ahora encantadas por poder gozar de algo de calor.

-Cojonudo...estoy ciego-mascullé, sacandome hojas de la boca. Cúando conseguí acostumbrarme a la abrasadora luz, lo ví- Genial!

La bifurcación. Pero había algo más cerca, al menos, hacía el suficiente bulto como para dejar sombra. Tendría que acercarme y pedir indicaciones con una gran sonrisa.

*iba caminando en busca de unas hierbas especiales que por cierto no encontré cuándo em di cuénta de que me había perdido.*

-¡Malditas sea!

*medio exclamé al verme en el medio de varias bifurcaciones. Suspiré y avancé por una, seguramente podría extender mis alas y alzar el vuelo para salir, pero ahora que sabía ocultarlas prefería caminar sin ellas, era mucho mas cómodo. Seguí caminando por bifurcaciones cuándo ví a dos personas con un mapa en la mano*

-Disculpad, pero me he perdido... ¿sabríais indicarme una salida por favor?

*dije cuándo de repente ví a Katherine*

-¡Hola! Vaya, ¿también os habéis perdido?

*dije olvidándome de toda la educación y los modales que había demostrado*

-¡Bäeretsa!- me alegré enormemente de verla. La habría abrazado, pero no sabía si eso la incomodaría, así que me contuve.

-¿Te has perdido? Nosotros estabamos buscando un tes...- mis ojos se posaron sobre la figura que se acercaba torpemente hacia nosotros, con paso cansino.

No podía ser. Imposible. Pegué un grito de alegría. Creo que mis acompañantes no se lo esperaban. Corrí en dirección a la enorme figura, con una gran sonrisa, lanzándome sobre esta, completamente emocionada.

-¡Dellios! ¿Qué haces tú por aquí?- aún agarrada a él, le reproché-No te habrán ordenado seguirme, ¿verdad?

Sorprendido, bueno más bien alucinado, por la reacción de la chica que le había pedido ayuda en la busca de un tesoro. Aunque aún estaba confuso por ver que alguien ajeno a ellos dos se acababa de acoplar a la búsqueda sin saber muy bien el porqué.

-Esto... no tengo el placer de conocerte, pero me llamo Ooroboros, tú supongo que eres una amiga de Kath, encantado.-Le dijo a la chica que acababa de aparecer hacía unos instantes.

La miró curioso, pues no solía acostumbrar a tener compañía, y las féminas de las especies ajenas a la suya le parecían exóticas.

No pudo reaccionar al ver que Kath le abandonaba junto aquella muchacha y para no incomodar a la nueva integrante del grupo, siguió a Kath con la mirada. Tras una pausa, volvió la cabeza hacia Baeretsa.

-¿Oye, sabes quién es ese?

No pude creer la suerte que tuve. Nada más salir del bosque una muchacha, bien dotada por lo que pude notar, se me había echado en brazos. Ese era mi dia de suerte, sin duda.

La luz del sol me aclaraba el enturviamiento como agua clara y cristalina por un muro de mugre, aunque a penas podía reconocer mis propias manos. Mientras gozaba del contacto con la bella mujer, reparé en que dos figuras mas nos observaban. Y para que negarlo, me miraban mal, o con cierta incertidumbre.

Entonces reparé en algo, la mujer había mencionado mi nombre. ¿Me conocía? ¿Yo la conocía?
En ese momento no hubiera podido reconocer ni a mi santa madre aunque esta me hubiese afofeteado. Aunque eso ya casi era una costumbre. Solo se me ocurrió una manera para averiguarlo. Le devolví el abrazo, y cuando la tuve bien sujeta le palpé el trasero, eso si, con mucho amor.

-Por mis barbas...Katherine!-exclamé, más alto de lo que me proponía, pues la mujer que se encontraba lejos se asustó. El hombre se puso en guardia. Me aclaré los ojos con la mano libre, y entonces reconocí su enfurezida mirada- Madre mia! Que ilusión...espera, ¿seguirte?-a medida que hablaba recordaba lo que me había dicho al abrazarme tan súbitamente. Eso me hizo reir, si señor- Más quisieras tu que te siguiera hasta aquí, aunque si quieres conozco un motelito...

No pude seguir, se me encharcaron los ojos en lágrimas, mientras la abrazaba y reía alegremente.

*miré todo alucinada*

-Pues no, no conoco a ése hombre... pero parece llamarse Dellios.

*comenté haciendo referencia al nombre que había gritado Katherine y sonreí a Ooroboos*

-Sólo conozco a Katherine de un día en una taberna que nos encontramos... nada más, pero al menos ya es alguien conocido.

*comenté con una sonrisa mientras esperaba que me presentaran al nuevo... eso sí, que no se atreviese a tocarme el culo, eso sólo le dejaba hacerlo a William*

Arrastré a mi compañero hasta donde se hallaban Ooroboros y Bäerêtsa. Les sonreí. Estaba muy animada. No tenían ni idea, ni tan solo yo, de lo mucho que había echado de menos una cara conocida. Aunque fuera la desarreglada faz barbuda de Dellios. Me costó bastante llevarlo hasta donde yo quería, pero una vez lo conseguí, dejé caer pesadamente a Dellios, con una alegre mueca.

-Ooroboros, Bäerêtsa- presenté, con la sonrisa más encantadora que tenía -Este es mi compañero Dellios. Dellios, estos son mi guía Ooroboros, y una compañera de fatigas y pseudocogorzas Bäerêtsa. Ooroboros y yo nos disponíamos a seguir el garabato que compramos en el bar del Posadero- cogí con alegría el brazo de Ooroboros, con una gran sonrisa -Y nos vamos a partir el botín. Un "fifty fifty" que se dice- acaricié con burla la cabeza de Dellios, a sabiendas que este comprendería que era un gesto afectuoso y no de desprecio.

-A parte, que si no hubiera sido por él, jamás lo habría descifrado. Si os apuntáis solo puedo dividir mi parte, con lo que Bäerêtsa se quedaría un 25%, y tu, mi buen amigo, el otro 25%- sentencié, orgullosa de mi decisión, que me parecía la más razonable.

-¿Qué os parece?

Miró aquella barba marchitada y se preguntó cuánto tiempo llevaba así.

No se esperaba que tras la presentación, Katherine se volviera a acercar tanto a él. Volvió la vista hacia Bäerêtsa y le guiñó el ojo. No sabía muy bien el porqué de ese gesto, pero no sabía como hacerle saber, sin un gesto agresivo, que quería estar más alejado de Katherine.

-Porqué no nos disponemos a continuar por el sendero de la derecha, esto... creo que he perdido la derecha con tanto ajetreo. -enrojeció.

Confuso, intentó buscar un lugar que le orientara, aunque en realidad todo era una excusa para desatarse del nudo que Katherine había formado con sus brazos.

-Eso, eso, ¿qué os parece? yo compartiría, pero, ¿véis esto?-señaló la camisa con una mueca, en la que demostraba repulsión- es sangre de Goblin, y me da que la tintorería no me saldrá barata, así que necesito oro. Por cierto, llamadme Ooro, es más corto y me recuerda a ese metal tan bonito-los ojos le hicieron chiribitas.

La situación era extraña, no hay porqué negarlo.

Estaba tan tranquilo, medio borracho por ni decir del todo, caminando perdido en busca de otra taberna y de repente me cargo un árbol y detrás está Katherine, ¡como si de un gnomo se tratará!

Entonces reparé en ella, mientras esta charlaba alegremente con el tipo llamado Oros, creo. Un tipejo extraño, aunque no le ví malicia. Todo lo contrario, me dió un repelús por la espalda, no como los que solía sentir cuando me emborracho, sino como cuando te encuentras un murcielago blanco. Ni te gusta ni te disgusta.

Y por último la muchacha. Por un momento olfateé el aire cercano, y lo corroboré. No olia mal. Entonces, ¿por qué me miraba como si estubiera recubierto en eces? Instintivamente le guiñé un ojo, saludandola con la mano. Sonreí forzosamente cuando me giró la cara, como ofendida.

Suspiré, una mujer controla toda relación. Nunca llegaremos mas lejos, pensé. Y mientras me reía solo de mi grácia, katherine y el hombre murcielago blanco se acercaron a mi, como esperando a que...

-Oh, disculpa. Soy Dellios-me presenté, sonriente, mientras daba la mano al extraño hombrecillo- Amigo de katherine. Y respecto al fifty nosequé, me apunto. ¿25%? Es mas de lo que gano a veces con mis trabajillos-comenté, frunciendo el ceño- Y bueno, será divertido, espero-sonreí, pues creo que mi cara de enfado pudo asustar, al menos a la mujer- Tu eres Orobor...Oros. Y ella...?