Buscando algo...[crónico]

*Escuché la presentación*

-Encantada... soy Bäerêtsa.

*dije sonriéndole y dándole un apretón de manos aunque enseguida se la solté*

-Muy bien... Ooro, mas cómodo de pronunciar... a mi podéis llamarme Bäe, se hará mucho mas fácil.

*dije con una sonrisa en mi rostro y añadí*

-La derecha es por ahí.

*comenté señalando un camino y añadí*

-Como queráis lo del reparto, yo ando algo escasa pero mi pareja no, así que no me importaría quedarme con un 13% y que Kath se quedase con el 12%, si es mucho lo que nos encontramos no importará mucho.

Solté el brazo de Ooroboros, cuando Bäerêtsa indicó el camino a tomar. Comencé a andar antes que el resto, con intención de alejarme ligeramente de ellos, ya que había notado la incomodidad del muchacho ante mi roce. Me miré la mano, tristemente, mientras seguía caminando por aquél sinuoso sendero. ¿Tan extraño era mi roce?

-Ooro, ¿en el dibujito salía alguna referencia sobre una enorme madriguera de kóbolds?- pregunté, con un grito a mis espaldas, mientras los siseos de las criaturas iban ganando fuerza. Desenvainé, preocupada. Más que una caza del tesoro, parecía que se iba a armar una buena escaramuza.

-¡Venid rápido o se acabará la diversión!- indiqué, alegre, viendo cómo hacían acto de presencia seis kóbolds.

-O no habrá botín que repartir para mí...

- Bäe, muchas gracias por orientarnos-dijo con una sonrisa dibujada en la cara.

Se sintió liberado al ver que Kath le soltó de una vez por todas. Al ver que volvía a alejarse se sintió un poco apenado, ¿podía ser que aquella elfa hubiera despertado sentimientos que tenía ocultos? Siempre intentaba estar lo más alejado de sus clientes, pues amigos no tenía y el único contacto físico que tenía era el apretón de manos al iniciar un contrato, y por ello llevaba guantes.

Cuando Kath preguntó por el dibujo no supo que contestar así que lo único que salió de su boca fue un grito casi insonoro.

-Em... ni idea-musitó entre dientes a la vez que se echaba la mano a la cabeza.

Segundos más tarde escuchó a Kath decir algo sobre Kóbolds, fue a acercarse al lugar en el que se encontraba ésta, pero se topó con tres lagartos que caminaban erguidos frente a él. Giró la cabeza para advertir a sus otros acompañantes.

- Creo que hoy habrá festín de sangre de lagarto.

Hizo un gesto indicando que se acercaran Bäe y Dellios, agarró la guadaña y se puso en posición de ataque.

La chica era mona, muy mona y su apretón firme y suave, aunque creo que no le gustó darmelo. Aún así sonreí complacido, estaban resultando ser unas vacaciones muy divertidas.

Mientras examinaba a la mujer con calma, pero con mucho respeto, eh? Algo me interrumpió. ¡zas zas! Una agitación, un gruñido y cuando me quise dar cuenta había empezado una escaramuza.

-Buaj-mascullé con asco cuando Orooboros nos señaló algo al frente. Unas pequeñas y repugnantes criaturas salían de entre la maleza. No eran muchas, pero percibia agitación en el suelo. Había mas, fijo- Fascinante-exclamé con júbilo al desenvainar con un amplio gesto mi espadón. Tuve cuidado en no dar a la chica que nos acompañaba, pobre, un brazo menos hubiera sido fastidioso. La miré de reojo, con una apazigadora sonrisa- Dan asco, pero espero que no te den miedo, preciosa. Yo de mientras-comenzé mientras tomaba posiciones frente a uno que intentaba chulearme- iré haciendo, ¿te parece?

Hize amago de moverme, y funcionó. El bichejo se avalanzó sobre mi y le corté un brazo. Al hacerlo, sin embargo, grité de asco.

-¡Sangre verde! Por dios, que asco-lamenté el hecho de haber utilizado mi espadón para semejante guarrada. Miré con odio al bicho que se hacía llamar Kòbold, y le aplasté la cabeza con una roca cercana- Repugnante.

*Note como me observaban pero ignoré el hecho aunque me molestó un poco. Sin embargo, no pude decir nada porque enseguida Ooro pidió ayuda. Fui caminando y una de las últimas en llegar, noté como se intentaban chulear. Sin embargo, era la hora de la acción, así que desenvainé mi espada y me lancé a la carrera con ella en una mano. Nada mas llegar a dónde el primer bicho le lancé un espadazo certero al corazón que me esquivó, así que redirigí la espada queriendo sacar ventaja de aquél fallo y la lancé hacia atrás con la intención de decapitarlo. Una garra me obligó a mover mi cintura de una manera muy flexible y con una postura un tanto atractiva para el sexo contrario.*
*Los reflejos del lagarto le hicieron esquivar mi ataque, pero me dio tiempo de hacerle una buena cicatriz en su rostro. Retrocedí un par de pasos y con un movimiento de la cabeza me aparté el pelo que me molestaba.*
*El lagarto trató de morderme las piernas pero con un ágil y elevado salto aterricé sobre su cabeza, dónde clavé la espada que de repente había empezado a llamear primero en el cuello y después la arrastré hasta los ojos. Nada mas retirarla, dejó de llamear, haciendo desplomarse al lagarto. Nada mas retirar mi espada salté y aterricé con suavidad y elegancia al lado de la cabeza del lagarto que acababa de matar.*

-De momento no necesito defensa, gracias.

*le dije con una sonrisa a Dellios mientras le clavaba la espada en el paladar a otro lagarto gigante que me había tratado de comer por la parte superior. Retiré la espada rasgándole el paladar, de nuevo mi espada actuó de la misma forma que antes. No desaproveché el momento y ésta vez lo degollé, mis movimientos me permitieron esquivar toda la sangre y no mancharme*

-¿necesitas ayuda?

*le comenté mientras observaba a los lagartos, pensando a cúal atacar ahora. Mis defensas y mi alerta estaban completamente activadas*

-Stennka...No me falles ahora, ¡por favor!- pedí a mi arma, con una gran sonrisa. Prescindí de desarticular la espada, puesto que con esos animalejos preferí enfrentarme a ellos con el filo bien armado. Podían darme una sorpresita inesperada, como el góblin de hacía un rato. Riendo, por la alegría que me producía pelear, logré impactar mi puño en el estómago del lagarto, que de la sorpresa, no pudo responder a mi ataque. Entonces mi amada espada se hundió en las entrañas del kóbold. Su grito de dolor fue espeluznante. Pero me sonó a gloria.

Cada vez aparecían más, o eso me pareció. Pero eramos cuatro guerreros, y con mucha habilidad, a juzgar por los movimientos de mis compañeros. Me dediqué a mirar a mis pequeños amiguitos, que me apuntaban con sus armas. No me dio tiempo a apartarme, y ambos me hirieron en el brazo izquierdo, con el que sostenía la espada. Grité de dolor. Nunca me acostumbraría a ese insoportable ardor. Por mucho que quisiera.

-¡Malditos hijos de lagarta!- rugí, notando, con horror, que el óxido del arma había penetrado en la herida -¡Os voy a cortar en pedacitos!- amenacé. Los kóbold que se enfrentaban a mi retrocedieron.

Estaba furiosa. Iban a morir de una forma horrible. Juraba y perjuraba para mis interiores que les sacaría los intestinos y los colgaría de un árbol, para que las demás ratas como ellos supieran que conmigo no se jugaba.

Pero me limité a seguir peleando.

No podía dejar que la ira me cegara.

Escuchó gritar a Katherine y porqué no, digamos que también oyó sus blasfemias. No quiso acercarse demasiado, la primera razón es que tenía miedo de acabar siendo confundido por uno de esos lagartos y la segunda, es que prefería no inmiscuirse en asuntos privados.

Mientras tanto, libraba una batalla con 2 kóbolds a la vez. No sabía cómo, pero parecían tener interés en él, le veían fácilmente coaccionable y un blanco fácil. Lo que no sabían, es que aquel angel de aspecto frágil, en realidad no era lo que ellos imaginaban. Un reptil se acercó a su posición, dejando al otro en segundo plano.

- Creo que ya sé lo que intentas cría de dinosaurio extinto-exclamó mientras fijaba la vista tras de sí.

Entonces, se dio la vuelta, girando consigo la hoja de la guadaña. Se sintió un aullido de dolor proveniente del lagarto que con anterioridad había quedado apartado.

-Lo siento, no tengo intención de morir. Al menos no todavía-replicó en tono de respuesta.

Había rasgado la pata del "animal" y le había prohibido andar a dos patas. El lagarto se abalanzó sobre él, con tan mala suerte que no pudo evitar chocar contra su compañero, el cual le regañó por ser tan torpe.


-No he pagado por esto, pero gracias por la función. Ahora llega la hora de acabar con vuestras vidas. Como no habréis rezado lo suficiente, no iréis al lugar del que provengo. Espero que os guste el calor, porqué el lugar al que os dirigís tienen puesta la cafacción muy alta.

Alzó la guadaña y cortó el aire junto con las cabezas de ambos kóbolds, encharcando el suelo y salpicando el mango del arma.

-Con vaya panda de violentos me he ido a juntar esta vez-comenté alegre mientras aplastaba, entre sí, dos cabezas de aquellos seres repugnantemente pequeños. Aquella pradera desierta se estaba conviertiendo en un enorme y pestilente charco verde, pensé con cierto asco. Mientras dejaba los cuerpos inertes y frios de mis ultimos adversarios, pude comprobar que mi afirmación anterior era cierta y válida.

La muchachita se defenida bien, me recordó graciosamente a las hojas cuando caen de los arboles. Son muy majas de ver, pero descuidate y se te meterá una en un ojo, a traición. Orooboros, creo que se llamaba, había acabado de degollar a un par, pero a pesar de eso, su indumentaria estaba impoluta. A razón de eso, me miré, y descubrí con un asco que no había sentido en años, que estaba pringado hasta los codos de aquel moco verde. ¡Ni los borrachos eran tan guarros, joder!

Justo cuando empezaba a decantarme por hacerle un favor al mundo y degollar a otra alimaña, ví sangre. Pero no era verde.

-¡katherine!-grité, asombrado de mi propio pavor. Seguía en pie, luchando como ella sabía; fiera y dignamente, pero algo le impedia el movimento en gran avasto como era el suyo. Le sangraba el brazo. Me desquité, y todo hay que decirlo, con cierto esfuerzo de tres molestas criaturas que en ese momento se avalanzaron a traición sobre mi. Noté cierto escozor en los brazos, pero al fin pude llegar hasta donde ella estaba- ¿Te duele?-me ahorré la gilipollez de pregfuntarle si estaba bien, era evidente que respiraba y eso para ella era más que suficiente.

*Ignoré a mis compañeros mientras atacaba con agilidad a otro lagarto, al que esquivé de nuevo con otro movimiento ágil y le corté un trozo de lengua. Sin embargo, el siguiente ataque fue muy extraño: me atacó con ambas garras, lo que me obligó a sacar las alas y volar para esquivar el ataque. Enfurecida por haber tenido que recurrir a ellas, le miré de muy mala leche*

-¡ah, no! ¡bicho feo, ésto es lo último que me haces!

*le dije con furia mientras mi mano comenzaba a brillar con una luz que de repente se disparó como un rayo dándo con certeza en la cabeza del lagarto que estalló. Aterricé y guardé las alas mientras atacaba a otro lagarto con idénticos ataques al primero que había matado. Cuándo a mi alrededor ya no quedaban lagartos, me fijé que Dellios y Katherine estaban heridos y maldije para mis adentros, luego quizás pudiera curarles. Me metí a ayudar a Dellios, aún enfurecida por lo del lagarto que me había obligado a sacar mis alas y me puse a pelear contra uno, al que le corté con la llameante espada la cola para después con un ágil y sensual movimiento decapitarle, esquivando con destreza la sangre del bicho. Miré a los dos que quedaban y me metí a ayudarle mientras me movía de la misma forma ágil, era el momento de actuar, las charlas vendrían después si esque venían. La furia, obviamente, se veía en cada uno de mis movimientos*

-¡Oh, calla y piérdete, oso inútil!- rugí sanándome un poco la herida. Mi baja destreza no me aportaba mucha más ventaja, pero al menos dejó de manar sangre y cicatrizó un poquito. Aunque un mero roce podría volver a reabrirla. Me agaché al lado de Dellios y con mi espada le corté un trozo de pantalón para poder vendarme la herida.

-¡Permíteme!- mientras me vendaba, había tenido que prescindir de mi arma, y un kóbold había aprovechado para saltarme encima. El último para mi, puesto que la herida me había dejado bastante mermada, más profunda de lo que había previsto. Ambos rodamos un par de veces, hasta que el lagarto quedó bajo mi peso, batallando con sus garras para evitar que mis manos lo estrangularan. Me clavó las uñas en las muñecas varias veces, pero no importaba. Al fin mis manos lograron cernirse en su diminuta garganta y, con gran esfuerzo, logré retorcerle el cuello.

Me levanté, me sacudí el polvo y sonreí levemente.

-Bonita fiesta- observé con asombro el gran trabajo bélico que habían hecho mis compañeros. Comencé de nuevo a caminar la primera -¡El último que llegue se queda sin pasta!

Al oír las últimas palabras que pronunció Kath, corrió como el que más. Incluso llegó a superar a la elfa en la carrera.

-Yo no pienso quedar último, no he hecho esto para nada. Matar kóbolds no es que sea algo a lo que uno pueda llamar felicidad.

Miró a la lejanía y avistó una puerta en el suelo, abierta de par en par. Corrió hacia ella y justo cuando llegó a ésta, vio que una escalera empezaba a bajar.

-Creo que es por aquí-gritó para que todos le oyeran.

En los primeros escalones habían 4 antorchas apagadas. Las repartió entre los compañeros.
Acto seguido, comenzó a descender. Como todo estaba oscuro, la poca luz que desprendía la antorcha no era suficiente para ver más allá de sus propios pasos.

-¡EH!-me alarmé cuando sentí el frio metal en mi pierna. Cuando ví que me despojaba de un trozo de tela, me arrepentí de haberme preocupado tanto- ¡Un burro ciego tendría mas probabilidades de morir que tu!-le grité a su espalda cuando esta echo a correr- Pues vaya con la tullida-comenté entre suspiros y sonrisas, limpiándome las manos a la par que los seguia.

Luego el tal Oroos me pasó de largo, corriendo de una manera desesperada, y al oir su comentario, eché a correr detrás de él.

-Una cosa es cobrar poco-insistí al aire, resoplando como un caballo asmatico- ¡Y la otra es no cobrar!

Al llegar dónde estaban, me detuve de golpe, balanceandome con los brazos a fin de no darme de ostias con los demas.

-Escaleras-resoplé para mi- Podría ser peor, podrían ser de subida.

Al bajar, no se veía más que la queda sombra de quienes estábamos allí grácias a un par de antorchas. Muy bien colocadas, por cierto, y encendidas. Vamos, solo nos faltaba el comité de binevenida.

-Espero que no haya ningun nido de nada aquí abajo.

*Cuándo los lagartos se hubieron muerto, salí corriendo detrás de los demás con agilidad, esquivando perfectamente todos los lagartos. Llegué a las escaleras de bajada y miré a mis compañeros*

-Deberíais curaros... pero bueno, supongo que no esperaréis, así que...

*dije lanzándome a correr bajo las escaleras, aunque en la tercera escalera saqué mis blancas alas y bajé planeando, al menos tenía el espacio para poderlo hacer. Nada mas llegar abajo las guardé y miré el lugar*

-Interesante, está muy bien iluminado... demasiado.

*dije a los que estaban arriba, mi voz sonó por el pasillo con eco*

-¡Se ha lanzado...!- murmuré, asombrada. Comencé a bajar las escaleras a toda prisa, entusiasmada ante la perspectiva, intentando desentenderme del punzante dolor de mi brazo, que me agarré instintivamente, protegiéndolo de cualquier esquirla, roca, o mota de polvo que pudiera infectar la mal curada herida.

Llegar abajo fue mejor de lo esperado. Adelantándome a Bäerêtsa, comprobé la sala iluminada. Apagué la antorcha, en caso de que más adelante la necesitáramos para atravesar el túnel que seguía a la sala en la que estábamos. Se ensanchó mi sonrisa, y comencé a reír, de una forma harto inocente.

-¡Una biblioteca!- agarré un tomo antiguo, y comencé a ojearlo -¡Libros! ¡De historia, de magia, de física, de matemáticas, de arte!- abracé varios tomos, completamente extasiada.

-Si más adelante hay oro, podeis disponer de él absolutamente...¡Yo me quedo con esta mina de papel!

Ooroboros vio como todos aceleraban el paso y le dejaban atrás. Suspiró enfadado, arremetiendo contra la pared. Misteriosamente, sin previo aviso, ésta se metió hacia adentro, dejando un hueco donde antes existían rocas. En ese entonces escuchó como Kath decía algo sobre literatura, aunque sólo se detuvo a escuchar que el oro no le interesaba, pues así recaía más parte del botín sobre él.

-Creo que aquí está nuestro querido cofre de monedas-dijo al ver que en la cámara secreta había metales preciosos dentro de un baúl ya desgastado y saqueado en varias ocasiones.

Mientras bajaba, algo me pasó volando por encima, porqué sentí un cosquilleo en la nuca.

-¡Jostras!-exclamé, completamente sorprendido. Cierto, había oido hablar de bichos con alas, con gente con alas, pero aún no había visto ninguno tan de cerca. Alucinaba con el contorneo de las alas al planear por delante de mi, pero suspiré entristezido cuando la muchacha las plegó- Jo...!

Entonces comprendí lo poco que me fijaba en la gente cuando luchaba o trabajaba.

Tardé lo mio en llegar, porque no sabía como estarían los demas, pero yo parecía el más viejo, y eso se notaba, joder.

-Una biblioteca, cojonudo-mascullé incredulo- En fin, han sido divertidos los lagartos esos, a exepción del pringe-me estremezí al recordar semejante guarrada. Entonces reconocí la palabra "monedas" de la boca del murcielaguillo blanco y me tintinearon los ojos- Los bichos han estado bien, pero esto hace que haya merecido más la pena.

Me adelanté hasta dónde se hallaba el hombrecito, y me planté a su lado. Él parecía el mas interesado en el dinero, y sin embargo, estaba ahí quietecito. Vamos, algo no iba bien o es que era mas paradito de lo que creía.

Me detuve a contemplar mejor el lugar, y no acertaba a situar el origen de aquella extraña luz. Oteé a mi alrededor y comprové que habían dos puertas más a la derecha, y que las de la izquierda estaban derrocadas. Me asombré de la rigidez de aquellas estanterías, pues ninguna había abandonado su verticalidad a pesar del derrumbamiento de las puertas. Era como estar dentro de una burbuja de navidad con todos los edificios molidos pero el cristal intacto, no me gustaba y arrugé la nariz, nada de nada.

*Observé el lugar y sonreí*

-Una biblioteca... me llevaré luego unos cuantos libros... hasta entonces...

*Caminé hasta dónde estaba el mercenario y observé las puertas*

-Ésto no pinta nada bien...

*comenté mientras observaba las puertas. Me acerqué a las derruídas y desenfundando mi espada las toqué con ella, al momento se hicieron polvo dejando a la vista un largo camino sin iluminar. Cogí una antorcha y la lancé dentro, no se apagó, pero reveló una telarañas gigantes... demasiado grandes, parecían estar hechas por arañas de 3 metros de altura...*

-Oh, no...

*comenté notando como unas gigantescas sombras se movían a la luz de las antorchas*

-Gente... creo que tenemos compañía arácnida gigante.

*dije retrocediendo de la entrada del pasillo hasta llegar a la altura del mercader y del ángel colocando mi espada en posición de ataque*

-No me jodas...- oí el escalofriante tamborileo que provocaban los nombrados insectos. Solté los libros cuidadosamente y me dispuse a usar la antorcha como garrote o, en caso de emergencia, prenderla e incinerar a los bichos que se acercaban.

-¿Por qué arañas? ¿Por qué no podían ser mariposas?- gemí, fingiendo frustración mientras me disponía a atacar si era necesario. Pero teniendo en cuenta mi mermado brazo, prefería no entrar inmediatamente en acción.

"¿Por qué no hice caso a Barend y me entrené para ser ambidiestra?"

-Intentad no dar el primer paso, consigamos el cofre y salgamos de aquí sin mayores aspavientos. Al menos por mi parte, no podría soportar otro asalto de pelea...- musité, decepcionada, notando la desgarradora punzón de mi brazo. Me impediría moverme al cien por cien de mi capacidad. Y eso que ya de por sí era bastante baja. Me apoyé en Dellios, con una tenue sonrisa.

-Confío en ti si alguno de estos bichejos me noquea para vengar mi muerte- le guiñé un ojo amigablemente.

Ahora, solo hacia falta esperar.

Todo el mundo estaba alerta, pensando qué hacer si aparecían aquellos insectos gigantes, todos menos él. Solo le preocupaba el botín, aquel baúl mohoso, lleno de polvo y algún que otro rastro de líquido pegajoso le susurraba al oído cosas infames.

-No voy a abandonarlos y cerrar la puerta-gritó en medio de todo aquel ambiente tenso y crispante.

Entonces solo puedes quemar las arañas con tu antorcha, ellas están junto a sus telarañas y el fuego trepará por ésta-escuchó decir al cofre abandonado.

-¡Podemos quemarlas!-dijo alzando la voz-Las antorchas, usemos las antorchas para quemar las telarañas y con ellas las arañas gigantescas-dijo apremiante.

O a lo mejor, solo las asustarás, o simplemente las atraerás hacia tí-contradijo la caja de monedas desde un rincón.

Ooroboros se sentía mareado, aturdido. Parecía que alguien le había golpeado la cabeza, aunque con un martillo invisible y que proporcionara un golpe indoloro, pues no había sentido nada en absoluto.

Oí a la muchacha cuando tiró la antorcha dentro del tunel derruido, y se me hizo un nudo en el estomago. Arañas. Me puse en guardia, intentando proteger los flancos más débiles al ataque, sin apartar la mirada del inescrutable techo, pues sabía de buena gana que aquellos desechos aracnidos les chiflaba saltar encima de la gente.

-Ni en coña-murmuré más para ellas que para mi, rozandome con la yema de los dedos la parte interior de mi costillar izquierdo, gesticulando una mueca entre adolorida y asqueada- ¡Os cortaré las patas antes!-gruñí al grito de Oroo, confundiendo ambos sonidos.

Cuando el eco se perdió entre la maltrecha oscuridad, oí a Oroo, el cual gritó algo que me pareció estupendo. Agarrando con fuerza la antorcha que se me había dado al principio, y la que había apagado al entrar, saqué de mi bolsa un pequeño petate y vertí el líquido dentro, sollozando de pena. Una vez chorreante, la golpeé contra el muro, el cual, al hacer fricción la encendió como una polilla rociada en gasolina.

-Os voy a arrancar las patas chamuscadas, una a una-sonreí de oreja a oreja. Amenazé a la oscuridad, blandiendo mi chorreante llama ante mis ojos. Entonces karherine se apoyó en mi, y a punto estuvo de salir churruscada de no haber sido por mis reflejos- No digas chorradas-la contradije, sonriente- Borrachos mas diestros te has cargado con una mano, esto va a ser como-medité la respuesta un momento- Por cierto, si mueres, ¿se podrá quedar Zell tus vestidos?-sonreí, cargándomela sobre el hombro, para ayudarla a ponerse mejor- Le encantan.

*Observé como todos se habían acercado y esuché el comentario de Kahterine*

-Supongo que en el peor de los casos achicharrarlas con luz no será una mala opción...

*comenté mientras me acercaba a Kath y con la Magia Verde desinfectaba la herida. Terminé y resoplé cansada*

-Mas no... puedo hacerte, Katherine... tendrás que apañártelas así... hasta que recupere fuerzas como para poder terminar.

*comenté retrocediendo un par de pasos para coger aire con tranquilidad tratando de recuperarme y poniendo la espada en posición de ataque*

-No es lo mismo curarse a sí mismo... que curar a alguien, cansa mas.

*Comenté sin perder de vista el pasillo*

Sonreí con agradecimiento a Bäerêtsa.

-Muchas gracias igualmente, ¡esto me dejará sacar un poco más de fuerzas!- no tenté mi suerte y zarandeé mi brazo ligeramente, para comprobar que me dolía menos. Efectivamente, algo había funcionado.

Levanté la antorcha y la prendí de nuevo, juntándola con la de Dellios. Y un enorme insecto de ocho patas y negros ojos se plantó ante nosotros.
Sus pinzas delanteras se movían frenéticamente, y su tórax se contorneaba, en un movimiento hipnotizante y a la vez repulsivo. Las franjas amarillas que "decoraban" el cuerpo de la araña brillaban con más fuerza a la luz de las antorchas.

-Repugnante.

El enorme bicho No se movió. Parecía que las antorchas lo habían amedrantado.

Todos habían marcado sus posiciones de ataque menos él, quien aún seguía aturdido por los efectos hipnóticos de los susurros del baúl.

Divisó una araña enorme justo delante de él, aunque no podía asegurar si ésta era real o imaginación suya. Agarró la guadaña para terminar con alguna de sus patas, pero cuando fue a segarla, se topó de bruces con que había desaparecido. Se lastimó el tobillo con la hoja, ya que la guadaña, al caer el bioángel al suelo, voló por encima de éste y acabó clavándose en el suelo tras hacer una trayectoria un tanto aleatoria.

-¡Joder!-gritó-Te atraparé cosa con ocho patas-replicó mientras se miraba la herida.

No saldréis de aquí con vida-advirtió el baúl desde la esquina de la sala a Ooroboros

Otée rapidamente a mi alrededor. El jodido bicho se había colocado bien, justo al lado de las posibles puertas-huida. Imposibilitando la ocasión de salir por las escaleras de subida sin arriesgarse a un pinchazo amoroso. Mantuve la antocha cerca de la de Katherine, y creo que pensamos lo mismo. El fuego lo acojonaba. Intenté sosegarme, pero con un bicho de mas de dos metros delante, esperando para incarnos el diente, era un poco dificil, sinceramente.

-Eso es porqué no has visto a Zell en bañador-sllbé con los dientes apretados, añadiendo mi chanza a la afiramción de mi compañera. Y ví brillar algo al movimiento de las antochas con el temblor de mi brazo. Pequeñas motas de luz relucian sobre la cabeza del aracnido, y un hilo muy fino se enlazaba a su cuerpo, o eso me pareció ver. Tendría que jugar a la ruleta russa, menos mal que en amores era un desastre.

-Con permiso-me adelanté a mis actos, pero en breve le arrebaté la antorcha a Katherine y las lanzé alto, tanto como pude y una pequeña chispa brotó, subió y lamió ardientemente las hileras que la unian al enorme animal. Iluminando de par en par el lugar, todo un techo repleto a rebosar de pequeños filamentos que se extendían por todos lados, deborándolos con ansia- Cojonudo-mascullé, pero lo celebré antes de hora. Las llamas deboraban fieramente todo lo que no era piedra y roca, pero no al animal. Este se zarandeó hacía las estanterías del centro, cerca del cofre, dejándo a su paso un rastro de moco verdoso, pues la combustión le había carbonizado dos patas. Pero por los gritos de dolor y agonía, aún le quedaba mucha energia, pues se agazapó- En guardia-previné a mi amiga, agazapándome a mi vez sobre ella- A menos que quiera presumir de agijón, querrá atacar.

-Pues que se lance encima nuestro-canturreé con una sonrisa. Y, tal y como había baticinaddo de burlona manera, se abalanzó el bichejo traicionero sobre nosotros. por otra parte, nuestra compañera Bäerêtsa, había retrocedido. Se alejó del inmundo bicho, indicando una sabia y prudente retirada.
Pero la araña me mantenía demasiado ocupada, así que, sin darme cuenta, la perdí de vista.

Estaba claro que nos iba a ser imposible derrotarla. Nos dejaríamos la piel por cuatro perras mal contadas. Grité, por encima del estruendoso chirrido que profería aquel inmundo ser, intentando que Ooroboros me oyera y pudieramos escapar todos.

-¡Ooro! ¡Salgamos de aquí pitando! ¡Agarra cuanto puedas y larguémonos, este bicho es demasiado grande y feo!

Mientras mascullaba eso agitando la antorcha para alejar al bichejo, intenté alcanzar un par de libros que me habían llamado la atención antes y que había dejado bastante bien colocados antes del repentino ataque. Los recogí y aguardé a alguna señal del bioángel.

-¡Rápido!