Genial. Por culpa de mi dolor de cabeza había actuado sin pensar e hice sentir mal a Neith. Se pensó que me molestaba que estuviera allí y se fue del bar.
-Soy un idiota... -me dije a mí mismo. Estaba claro que no era nada bueno estando con gente.
Dejé unos billetes en la barra, suficientes para pagar las cuatro cervezas (¡¿me había tomado tantas?!) y me bajé del taburete en dirección a la puerta.
No me apetecía encontrarme a Neith ni a Infernus, así que agradecí que al salir ya se hubieran ido.
Seguía sin rumbo alguno, por lo que me dirigí, aleatoriamente, a los suburbios.